Los ARN de transferencia (tRNA) son piezas clave en el ensamblaje de proteínas, actuando como enlaces esenciales entre el lenguaje de los nucleótidos del ARN mensajero (mRNA) y el de los aminoácidos de las proteínas. Estas moléculas relativamente pequeñas, de entre 72 y 95 nucleótidos de longitud, adoptan una estructura tridimensional que recuerda a un trébol, con tres brazos que forman bucles estabilizados por pares de bases intracadena. Dos de estas regiones son críticas para su función: el anticodón, que se alinea con los codones específicos en el mRNA, y la región aceptora en el extremo 3', donde se acopla el aminoácido correspondiente.

Este último extremo de cada tRNA se modifica covalentemente con su aminoácido específico, formando un complejo conocido como aminoacil-tRNA, un paso crítico para la traducción eficiente del código genético en secuencias de proteínas. La especificidad de este emparejamiento está mediada por una familia de enzimas llamadas aminoacil-tRNA sintetasas, una para cada tipo de aminoácido, lo que asegura la precisión del proceso de traducción. Por ejemplo, el tRNA que lleva la metionina se denota como tRNAMet, reflejando su carga específica.

Además, los tRNA no se limitan al citoplasma; orgánulos como los cloroplastos y las mitocondrias en mamíferos albergan sus propias versiones de tRNA, distintas a las del citoplasma y esenciales para la síntesis proteica interna de estos compartimentos. Curiosamente, en las plantas, algunas de estas moléculas de tRNA mitocondrial son importadas del núcleo, subrayando la compleja red de intercambio y cooperación molecular que sustenta la vida celular. Esta diversidad de tRNA subraya su papel indispensable en la orquestación de la síntesis de proteínas, una danza molecular que es fundamental para la expresión y la función genética en toda la biología celular.

En el mundo de las bacterias, los ARN de transferencia (tRNA) emergen de precursores moleculares extensos que pueden albergar hasta 21 tRNA diferentes, mientras que en los eucariotas, estos precursores suelen ser unidades singulares y los elementos que impulsan su transcripción por la RNA polimerasa III se ubican dentro del propio gen del tRNA. Curiosamente, algunos de estos precursores albergan intrones, necesitando la intervención de enzimas específicas para excindir estas secuencias y así producir tRNA maduros. Además, la diversificación de los tRNA en eucariotas, como se ve en el genoma de la rata con hasta 10 variantes para el tRNA^Asp, muchas veces se logra a través de modificaciones postranscripcionales, un proceso conocido como edición de RNA, que introduce variaciones nucleotídicas específicas después de la transcripción.

Otro rasgo distintivo de los tRNA es su rica composición en nucleótidos modificados, que se diferencian químicamente de los nucleótidos estándar como adenina, citosina, guanina y uracilo. Esta modificación parece ser un fenómeno evolutivamente conservado, dado que en los tRNA humanos hasta un 25% de sus bases pueden estar modificadas, a diferencia de un menor porcentaje en las bacterias. Aunque el rol funcional de estos nucleótidos modificados aún se está desentrañando, se sugiere que juegan un papel crucial en el emparejamiento con los codones durante la síntesis de proteínas.

Por otro lado, la RNAsa P, una enzima implicada en el procesamiento del tRNA, destaca como un catalizador primordial, compuesto en bacterias por un RNA de cerca de 400 nucleótidos capaz de procesar su sustrato, el precursor del tRNA, incluso en ausencia de componentes proteicos. Esta enzima realiza cortes endonucleotídicos precisos en las secuencias líderes 5' de los precursores del tRNA, dando lugar a tRNA maduros. Este mecanismo subraya la sofisticación y la especificidad de la maquinaria celular necesaria para la síntesis y el procesamiento de tRNA, esencial en todos los compartimentos celulares y subcelulares donde se lleva a cabo la síntesis de proteínas.