La inmunología, como ciencia, germinó a partir de la observación de que individuos que superaban ciertas enfermedades infecciosas adquirían protección contra futuros ataques de la misma dolencia. El origen etimológico de "inmunidad" proviene del latín immunis, que significa “libre de”, reflejando la condición de resistencia frente a infecciones.

Uno de los primeros registros sobre la inmunidad se atribuye a Tucídides, el célebre historiador de la antigua Grecia, quien durante el relato de una epidemia en Atenas en el 430 a.C., notó que aquellos recuperados de la enfermedad eran inmunes a futuros contagios, capaces de cuidar a los enfermos sin riesgo de reinfección. Este reconocimiento temprano de la inmunidad no se traduciría en prácticas médicas efectivas hasta dos milenios después.

Los Albores de la Vacunación y su Impacto en la Inmunología

Los registros más antiguos de intentos por inducir inmunidad de manera intencionada datan del siglo XV en China y Turquía, con esfuerzos centrados en combatir la viruela. Este flagelo, devastador en hasta un 30% de los casos y causante de cicatrices permanentes en los supervivientes, llevó a la práctica de la variolación. Este método consistía en la inhalación de costras secas de viruela o su inserción en cortes superficiales en la piel, buscando desencadenar una respuesta inmune protectora.

En 1718, Lady Mary Wortley Montagu, observó en Constantinopla los beneficios de la variolación y decidió aplicarla a sus propios hijos. Edward Jenner, médico inglés, marcó un hito en 1798 al desarrollar una técnica de inmunización utilizando líquido de pústulas de vaca, observando que quienes padecían la pústula vacuna quedaban inmunes a la viruela. Al inocular a un niño con este líquido y luego exponerlo intencionadamente a la viruela, Jenner confirmó su hipótesis: el niño quedó protegido de la enfermedad.

La innovación de Jenner se expandió rápidamente por Europa, estableciendo el fundamento de la vacunación moderna. No obstante, pasaría un siglo antes de que este enfoque se aplicase a otras enfermedades. Como suele ocurrir en la ciencia, una mezcla de casualidad y observación aguda propició el próximo gran avance en inmunología: la inmunización contra el cólera.

Este recorrido histórico subraya cómo la inmunología, a través de la vacunación, ha evolucionado de ser una observación empírica a convertirse en una de las piedras angulares de la medicina moderna, salvaguardando la salud pública ante una amplia gama de patógenos.

Louis Pasteur logró un avance crucial en la historia de la medicina al aislar y cultivar la bacteria responsable del cólera aviar, evidenciando su papel patogénico al observar la mortalidad de pollos inoculados con dicha bacteria. Tras un período de descanso, Pasteur experimentó con una muestra de cultivo más antigua, resultando en una enfermedad menos severa en los pollos, quienes eventualmente se recuperaron. Este hallazgo llevó a Pasteur a reinocular estos mismos pollos con un cultivo fresco y virulento de la bacteria, descubriendo con asombro su resistencia completa a la enfermedad.

Este fenómeno llevó a Pasteur a deducir que la disminución en la virulencia debido al paso del tiempo había conferido protección a los pollos, introduciendo así el concepto de vacunación con cepas atenuadas, un término que adoptó en honor a los trabajos previos de Jenner sobre la vacunación contra la viruela. Pasteur no solo aplicó este principio a la enfermedad del cólera aviar sino que también lo extendió a otras enfermedades infecciosas, marcando el inicio de un nuevo capítulo en el control de las enfermedades infecciosas mediante la vacunación.

En un experimento pionero en Pouilly-le-Fort en 1881, Pasteur demostró la efectividad de la vacunación utilizando una cepa atenuada del bacilo del carbunco (Bacillus anthracis) en ovejas, que luego fueron expuestas a un cultivo virulento. Las ovejas previamente vacunadas sobrevivieron, mientras que las no vacunadas sucumbieron a la enfermedad, estableciendo así un hito en el desarrollo de la inmunología.

En 1885, Pasteur cruzó otro umbral al administrar su primera vacuna a un humano, Joseph Meister, un niño mordido por un perro rabioso. Tras recibir dosis de virus de la rabia atenuado, Meister sobrevivió, convirtiéndose años más tarde en guardián del Instituto Pasteur. Estos logros de Pasteur no solo cimentaron las bases de la inmunología moderna sino que también abrieron el camino hacia prácticas médicas que han salvado innumerables vidas a lo largo de la historia.