En el segundo acto de la elegante danza de la glucólisis, la molécula de glucosa-6-fosfato se transforma en fructosa-6-fosfato. Esta isomerización es orquestada por la enzima fosfoglucosa isomerasa (PGI), transformando la estructura de aldosa de la glucosa-6-fosfato en la de cetosa de la fructosa-6-fosfato. Esta reacción es reversible, permitiendo que la molécula fluya entre dos formas según las necesidades del momento.

La magia de esta transformación radica en la creación de un intermediario enediol, un estado transitorio que facilita la reorganización de los átomos dentro de la molécula. Este paso no solo es fundamental por la transfiguración que sufre la molécula de glucosa, sino también porque prepara el escenario para la siguiente fase de la glucólisis, haciendo que el carbono en posición 1 de la fructosa resultante esté listo para recibir otro grupo fosfato.

Esta conversión es un ejemplo perfecto de cómo la naturaleza utiliza procesos elegantes y eficientes para preparar las moléculas para reacciones subsecuentes, asegurando así una extracción de energía óptima de cada molécula de glucosa que entra en la célula. En este punto, la glucólisis apenas comienza a revelar su complejidad, preparando el escenario para las intrigas bioquímicas que se desarrollarán en los pasos siguientes.